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Esta vez: ¡nos reunimos a pintar!

*Esta crónica relata una de las actividades que realizamos en el marco del proyecto “Consolidación de la participación de las mujeres campesinas, afrodescendientes e indígenas de los departamentos de La Guajira y el Cauca en los espacios comunitarios e institucionales de incidencia local para la paz”, con el grupo de mujeres del Resguardo Munchique los Tigres en el Norte del Cauca. 

 

Por Rosalba Velasco

 

No es costumbre hacer estas cosas. Las mujeres nasa del Resguardo de Munchique en su cotidianidad, están encargadas de otras labores, sobre todo las domésticas, así que reunir a un grupo de ellas para pintar resultó siendo algo interesante, algo fuera de lo común, como dice Irene, la jurídica del cabildo. Nuestra “jurídica”, es una mujer de larga cabellera que refleja en sus canas el paso de los años, pero sobre todo la sabiduría y las experiencias que lleva a cuestas porque no le ha sido nada fácil ejercer el liderazgo, como a muchas Munchiqueñas, diría yo.

26 de mayo de 2016

Madrugamos para salir de Santander de Quilichao con Karina y Elsy, compañeras de Cartografía Sur un grupo juvenil de Bogotá que busca “potencializar y visibilizar los procesos artísticos y comunicativos desde las redes de colectividades juveniles”, con la compañía de Alberto Velasco y Oscar, ambos, famosos muralistas que por cosas de la vida nos topamos por allí. Ellos ya conocían algunos de los territorios del norte del Cauca porque se han dedicado a hacer murales por toda parte. Invitamos a Alberto a participar de nuestra idea: hacer un mural en la sede del cabildo, allá arriba en la vereda La Aurora y él aceptó sin reparo. Así fue como empezamos, esta vez, a pintar el mural.

 

Nos fuimos por el camino recogiendo a varias compañeras. De la ACIN[1] nos acompañó Clara y Celia, quienes participan del “espacio de mujeres diversas” que hoy existe en Santander de Quilichao, un espacio de encuentro y reflexión sobre la paz. Más arriba, en la entrada a Gualanday, la finca comunitaria, sentadas en las grandes raíces de un pino, estaban Mónica, Lorena y la pequeña Sofía (que por poco y las dejamos botadas), veníamos en una conversa tan amena, que las risas y los cuentos me habían hecho olvidar que allí tenía que parar, solo el fuerte grito de Lorena: “¡esperen, esperen! Nos van a dejar o qué”, me hizo parar de inmediato el carro. Ellas llegaron a prisa, que pena, dije, pensé que iban a salir más arriba, pero bueno ya están aquí y disculpas por no haberlas visto. Seguimos el camino, el día un poco frío me hizo recordar que no les avisé a las chicas de Cartografía Sur que había que traer abrigo porque mi resguardo es un poco frío, ya llegando a la vereda el Broche, les pedí colocar cuidado para no dejar a Eliza, la coordinadora del Programa Mujer del resguardo que también nos acompañaría en esta actividad. Ella se veía a lo lejos y ya estaba lista a la orilla de la carretera esperándonos. Al subir al carro dijo: pensé que no vendrían, pues está un poco tarde. A lo cual atiné a responder que salimos a las 8 de la mañana de Santander esperando que llegara uno de los muralistas que venia del municipio de Pradera.

 

Conversa va y viene, eso si todas relacionadas con la vida de las mujeres, la participación política, la necesidad de prevenir la violencia sexual en los territorios, los embarazos a temprana edad por la falta de educación sexual, etc. Después de una hora de camino llegamos Pitalito donde Irene y Jovana nos esperaban, desde allí se divisa el gran cerro Munchique, nuestro cerro sagrado. Ya éramos 8 mujeres y dos hombres, para hacer el mural, suficientes manos, pensé. En la sede nos esperaba Sebastián un joven que se había dado cuenta que íbamos a pintar y había llegado para ayudar, en la sede del cabildo hicimos una pequeña reunión, nos presentamos y definimos el qué hacer. La intensión era hacer algo lindo y contundente, una mujer nasa, ¡real! Nada de estereotipos y esas cosas.

Queríamos algo muy nuestro, como lo que somos mujeres indígenas bajitas, de contextura gruesa y cara redonda, así somos la mayoría de las mujeres de estos territorios. Al fondo queríamos al Cerro Munchique y una terminación en hilos con unas manos tejiendo el territorio, pensar en el lema fue algo complicado, un día antes habíamos pensado en uno, pero a la final se cambió por “Mujeres construyendo territorios de paz” y definido esto, manos a la obra, a pintar, mientras que Irene entre risas pedía a gritos hacer un tigre, en honor al nombre del resguardo.

 

Hacer el mural en la pared del frente de la sede del cabildo tiene su efecto: cuando la autoridad se siente y le hable a la comunidad también hablará el mural por nosotras, invitará a construir un territorio en paz, como bien lo dice la frase, sin violencia hacia las mujeres, un territorio lleno de color, de risas y alegría, no más llanto y tristezas, por eso pensamos que ese era el mejor lugar.

 

Mezclamos colores, dibujos, risas, charlas, chistes y mucho trabajo. Poco a poco, Alberto y Oscar le dieron forma a la idea, Jovana y Lorena ayudaron a pintar el cerro, Clarita, Celia y yo, cogimos las vigas de concreto para volverlas un chumbe colorido y al fondo, en la pared que separa el lugar de reuniones, del cepo, dibujamos la noche con miles de estrellas, noche inspirada en Irene porque refleja un tigre y un colibrí. Asomada a la ventana una voz dijo: “Qué bonito está quedando el dibujo, por fin se le cambió la cara al salón”, era Doña Gabriela, una vecina de la vereda que se la pasó mirando cómo hacíamos el trabajo.

 

Aprovechando que el colegio Sat Wesx Yat (Casa de los caciques) queda cerca invitamos a los estudiantes a participar de la elaboración del mural, pero no llegaron a pintar, sin embrago se asomaron para elogiar el trabajo realizado, al igual que Rosa Clemencia la Rectora y uno que otro docente que se asomó al lugar. Después de una larga jornada de pintura y color, de compartir un delicioso almuerzo hecho por Doña Zoraida, nos dispusimos a partir, eso sí, menos Alberto y Oscar que decidieron quedarse para dar los toques finales al mural, con el compromiso que yo regresaría al día siguiente para recibir la obra y como bien dijo Alberto: ¡todas quedaron felices!. Por fin la sede se veía bonita, de ser un lugar frio y falto de calor, ahora, tanto color invita a entrar, anima el espíritu y alegra la vida. Esta  fue una jornada más del grupo focal de mujeres nasa por la paz.

 

[1] Cxhab Wala Kiwe- Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca

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